Un amigo me envió este texto, no sé si es de su autoría o lo tomó de algún otro lugar, tal vez no tenga importancia la fuente como su contenido, por eso creo que bien amerita reproducirlo. También, con ello pretendo rendir un homenaje al Ingeniero Maximiliano Isoba, a quien tuve la oportunidad de conocer y respetar por su calidad tanto humana como profesional.
Esta es la historia del Coppelia, la heladería más famosa de la capital.
El 4 de Junio de 1966 se inauguró en La Habana, la Heladería Coppelia, hace 42 años y es todo un símbolo de varias generaciones de cubanos. Son pocos quienes no tienen una historia o un recuerdo agradable relacionado con este bello y monumental lugar.
Ubicada en la famosa esquina de L y 23, es uno de los edificios mas bellos construidos en Cuba, fruto del talento del Arquitecto Mario Girona, y la colaboración de los arquitectos Rita Maria Grau y Candelario Ajuria. El cálculo estructural estuvo a cargo de los Ingenieros Maximiliano Isoba y Gonzalo Paz.
En la esquina que ocupa hoy El Coppelia existió un hospital, el Reina Mercedes, inaugurado en el año 1886, se mantuvo en funcionamiento hasta el año 1954, año en que se demolió para construir otro Hospital, pero dada la excelente ubicación del terreno se decidió construir entonces un rascacielos de 50 pisos, proyecto que no se materializó por la llegada de la Revolución del 59. Los terrenos para la edificación del Hospital Reina Mercedes costaron 3000 pesos en el año 1886 y en el año 1954, ya estaban valorados en un poco más de 250,000 pesos.
Después del 59, se construyó un Pabellón de Turismo en el lugar. Se reprodujeron montañas, lagos artificiales, escenarios flotantes, cafeterías, bares y un restaurante para 500 personas. El pabellón de Turismo se mantuvo funcionando por un año y luego se aprovecharon varias de sus instalaciones para un Centro Recreativo llamado Nocturnal. En el año 1966 se celebró en el vecino hotel Habana Libre un evento internacional, y se decidió convertir la zona recreativa en un espacio más silencioso y familiar, por lo cual se ideó la construcción de una gigantesca heladería.
El arquitecto Mario Girona venía precedido de su exitoso proyecto turístico en Guamá, en la Ciénaga de Zapata. "Yo estaba un poco confundido y anonadado" -expuso Girona- "pues no existían referencias de una heladería tan inmensa, eso eran cosas de los nuevos tiempos y había que asumirlas. Concebí el croquis en una semana, posiblemente influido formalmente con mi anterior obra de Guamá".
Y luego agregó: "Para dar cierta intimidad, se diseñaron cinco espacios pequeños, una amplia cancha dividida en tres, y un piso en los altos, también separada por secciones. Tuve la intención de propiciar que el usuario no se sintiera aplastado, y se encontrara con cierta intimidad a escala humana. Se situó un amplio parqueo y una frondosa vegetación natural, que no importunara y se integrara en alguna medida con el exterior".
El edificio central está constituido por columnas de hormigón armado fundidas en el lugar, vigas prefabricadas a pie de obra y un techo circular, cuyo domo de 40 metros de luz libre, está formado por losas nervadas, y rematado por un lucernario de cristales de colores que mide cuatro metros de alto y cinco metros de diámetro. Las vigas vuelan sobre las terrazas y se apoyan en muros que realizan función de contrafuertes. El diámetro de cada piso de los salones superiores es de 12 metros.
"La presión de la edificación fue muy grande" - recordó Girona- "se trabajó durante 24 horas en esos seis meses. Se prepararon por el sistema prefabricado, buscando la repetición de elementos estructurales como vigas y elementos de cubierta. Finalmente se concluyó la obra ciclópea en tiempo. Y por esas cosas de la vida, ni siquiera tuvo ceremonia de inauguración. Un buen día se abrió, justo en junio de 1966, se empezó a vender, la gente curiosa entró y a saborear helados".
La concepción del Coppelia tuvo tan buena aceptación que se llenó y nunca más se ha vaciado. Posee una capacidad para atender 1000 personas simultáneamente, y abrió sus puertas con una oferta de 26 sabores.
Antes de la revolución existían tres marcas de helados: Guarina, Hatuey y San Bernardo. Se vendían en heladerías fijas diseminadas por La Habana, en carros automotores que solían estacionarse en lugares bien concurridos y en carritos de mano. La película cubana Fresa y Chocolate, le dio al Coppelia el sobrenombre de "La Catedral del Helado".
Sólo espero que esta pequeña historia sirva como un modesto homenaje a los talentosos Girona e Isoba, por inmortalizar esta obra de arte en forma de araña de hormigón armado, que desafía el paso del tiempo y generaciones.
Esta es la historia del Coppelia, la heladería más famosa de la capital.
El 4 de Junio de 1966 se inauguró en La Habana, la Heladería Coppelia, hace 42 años y es todo un símbolo de varias generaciones de cubanos. Son pocos quienes no tienen una historia o un recuerdo agradable relacionado con este bello y monumental lugar.
Ubicada en la famosa esquina de L y 23, es uno de los edificios mas bellos construidos en Cuba, fruto del talento del Arquitecto Mario Girona, y la colaboración de los arquitectos Rita Maria Grau y Candelario Ajuria. El cálculo estructural estuvo a cargo de los Ingenieros Maximiliano Isoba y Gonzalo Paz.
En la esquina que ocupa hoy El Coppelia existió un hospital, el Reina Mercedes, inaugurado en el año 1886, se mantuvo en funcionamiento hasta el año 1954, año en que se demolió para construir otro Hospital, pero dada la excelente ubicación del terreno se decidió construir entonces un rascacielos de 50 pisos, proyecto que no se materializó por la llegada de la Revolución del 59. Los terrenos para la edificación del Hospital Reina Mercedes costaron 3000 pesos en el año 1886 y en el año 1954, ya estaban valorados en un poco más de 250,000 pesos.
Después del 59, se construyó un Pabellón de Turismo en el lugar. Se reprodujeron montañas, lagos artificiales, escenarios flotantes, cafeterías, bares y un restaurante para 500 personas. El pabellón de Turismo se mantuvo funcionando por un año y luego se aprovecharon varias de sus instalaciones para un Centro Recreativo llamado Nocturnal. En el año 1966 se celebró en el vecino hotel Habana Libre un evento internacional, y se decidió convertir la zona recreativa en un espacio más silencioso y familiar, por lo cual se ideó la construcción de una gigantesca heladería.
El arquitecto Mario Girona venía precedido de su exitoso proyecto turístico en Guamá, en la Ciénaga de Zapata. "Yo estaba un poco confundido y anonadado" -expuso Girona- "pues no existían referencias de una heladería tan inmensa, eso eran cosas de los nuevos tiempos y había que asumirlas. Concebí el croquis en una semana, posiblemente influido formalmente con mi anterior obra de Guamá".
Y luego agregó: "Para dar cierta intimidad, se diseñaron cinco espacios pequeños, una amplia cancha dividida en tres, y un piso en los altos, también separada por secciones. Tuve la intención de propiciar que el usuario no se sintiera aplastado, y se encontrara con cierta intimidad a escala humana. Se situó un amplio parqueo y una frondosa vegetación natural, que no importunara y se integrara en alguna medida con el exterior".
El edificio central está constituido por columnas de hormigón armado fundidas en el lugar, vigas prefabricadas a pie de obra y un techo circular, cuyo domo de 40 metros de luz libre, está formado por losas nervadas, y rematado por un lucernario de cristales de colores que mide cuatro metros de alto y cinco metros de diámetro. Las vigas vuelan sobre las terrazas y se apoyan en muros que realizan función de contrafuertes. El diámetro de cada piso de los salones superiores es de 12 metros.
"La presión de la edificación fue muy grande" - recordó Girona- "se trabajó durante 24 horas en esos seis meses. Se prepararon por el sistema prefabricado, buscando la repetición de elementos estructurales como vigas y elementos de cubierta. Finalmente se concluyó la obra ciclópea en tiempo. Y por esas cosas de la vida, ni siquiera tuvo ceremonia de inauguración. Un buen día se abrió, justo en junio de 1966, se empezó a vender, la gente curiosa entró y a saborear helados".
La concepción del Coppelia tuvo tan buena aceptación que se llenó y nunca más se ha vaciado. Posee una capacidad para atender 1000 personas simultáneamente, y abrió sus puertas con una oferta de 26 sabores.
Antes de la revolución existían tres marcas de helados: Guarina, Hatuey y San Bernardo. Se vendían en heladerías fijas diseminadas por La Habana, en carros automotores que solían estacionarse en lugares bien concurridos y en carritos de mano. La película cubana Fresa y Chocolate, le dio al Coppelia el sobrenombre de "La Catedral del Helado".
Sólo espero que esta pequeña historia sirva como un modesto homenaje a los talentosos Girona e Isoba, por inmortalizar esta obra de arte en forma de araña de hormigón armado, que desafía el paso del tiempo y generaciones.